miércoles, 6 de junio de 2018

Un atlético atípico

Por Daniel Fernández de Lis

No sabría qué responder a la consabida pregunta «¿por qué soy del Atleti?» Lo que sí sé es que si había alguien con pocas probabilidades de hacerse colchonero, ese era yo.

No es solo que naciera en una familia de madridistas, que también (salvo uno de mis hermanos). No, en mi caso, además se da la circunstancia de que cuando tenía tres años mi padre me hizo socio del Club de Tenis Real Madrid, que estaba situado dentro de la antigua Ciudad Deportiva, donde el Madrid de fútbol entrenaba todos los días y el de baloncesto además jugaba todos sus partidos. Desconozco el número de socios que tenía el club de tenis, quizás alrededor de quinientos, pero lo que si recuerdo es que todos ellos eran madridistas convencidos (solo alguno de los camareros  de la cafetería del club te reconocía en bajo ser del Atleti).

Repito que no tengo respuesta a la pregunta de por qué en tan madridista entorno me hice del Atleti, pero el caso es que así fue. Pero mentiría si no reconociese que estas particulares circunstancias hicieron de mí un atlético atípico.

Igual no es políticamente muy correcto hacer esta confesión en el blog de una peña del Atleti, pero yo nunca he odiado al Madrid. No solo eso, sino que hasta hace unos años, los triunfos vikingos (salvo que fueran ante el Atleti) no me disgustaban. Como digo, eso ha cambiado en los últimos tiempos, a medida que la prepotencia y chulería de los vecinos ha ido creciendo.




Lo que creo que nunca cambiará es que cuando se enfrenta con el Barcelona, siempre quiero que ganen los blancos. Y esto tiene una explicación, aun a costa de que lo que voy a contar me haga ser un atlético todavía más atípico. Como he comentado, en el mismo complejo de la Ciudad Deportiva en el que se encontraba el club de tenis, estaba también el Pabellón donde el equipo de baloncesto del Real Madrid jugaba todos sus partidos. Los socios del tenis teníamos acceso privilegiado al Pabellón y yo asistía a muchos partidos, sobre todo a los de la Copa de Europa. Así que sí, mi equipo de baloncesto es el Real Madrid. Y eso implica un aborrecimiento intenso al Barça, sentimiento que se traslada al equipo de fútbol culé.

Igual a estas alturas alguno se pregunta si realmente soy del Atleti. Si te ocurre eso, no tienes más que preguntar a mi hija, que un 25 de mayo de 1996, con solo tres años, le preguntó a su madre que si papá se había vuelto loco cuando me pasé media hora dando botes por el salón de casa el día del doblete.

Atípico, seguro, pero del Atleti, a muerte.

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